Con motivo de la Primera Comunión de una de mis nietas, alumna del Colegio Canigó, acudimos de nuevo el día 12 de mayo del 2012 a la Iglesia de Santa María de Montalegre de Barcelona. Finalizada la ceremonia, a la salida, pasé por delante de una mesa sobre la que se encontraban expuestos algunos folletos, estampas, etc., y un librito, en catalán, con el título (traduzco) “Abriendo Horizontes Semblanza de José María Hernández Garnica” de José Carlos Martín de la Hoz. Junto a él se encontraba una Hoja informativa o Boletín de la Oficina de las Causas de los Santos con algunos testimonios sobre los favores otorgados a través del siervo José María y la Oración para obtenerlos.
Yo no sabía quién era José María Hernández Garnica. Nunca había oído hablar de él, pero después de hojear las publicaciones sentí curiosidad por saber quién era y los cogí. Desde entonces el librito y la Hoja informativa con la Oración han estado presentes sobre la mesilla de mí (nuestra) habitación. El primero lo he releído varias veces y la segunda ha sido invocada casi diariamente para solicitar algún favor.
En aquel tiempo a mi esposa la habían diagnosticado un “glaucoma” bastante avanzado en ambos ojos. La enfermedad se trató, al principio, con medicamentos que no resultaron muy eficaces. La doctora que la atendía (y atiende) nos aconsejó que la mejor solución, después de constatar que los específicos no mejoraban el pronóstico, era la cirugía.
Estando así las cosas yo rezaba la Oración pidiendo al siervo José María que por su intercesión le concediera el favor de “mantener baja la presión ocular, que los nervios ópticos mejoraran y no hiciera falta la operación”. Pasaban los meses y las visitas de control -no indicaban ninguna mejoría importante. Finalmente se efectuaron las dos operaciones de “cataratas”, sin ninguna complicación, como primera medida para el control de la enfermedad, según indica el protocolo para su tratamiento. Hoy día presenta un pronóstico estable, con una presión ocular dentro de los parámetros aceptables y ambos ojos -parece- que gozan de una buena estabilidad. No se descarta que, con el paso del tiempo, se tengan que efectuar más operaciones.
En el mes de julio del año pasado mi esposa, después de pasar una semana en Lourdes, regresó con algunas picaduras de mosquitos, que según ella eran de los llamados “tigres”, una de las cuales estaba situada en la zona inferior de la pierna derecha, encima del pie. La picadura afectó a una región sana, pero endeble, a causa de una operación de varices efectuada hace años. La picadura lesionó parte de la región debilitada, que se trataba con cremas y apósitos especiales, sin conseguir ninguna mejoría, al contrario, la lesión se fue extendiendo. En el mes de septiembre acudimos a un angiólogo que recetó un vendaje especial y cambió las cremas, pero la úlcera se había extendido y ocasionaba bastantes molestias.
Durante una nueva relectura de “Abriendo Horizontes” me enteré que el siervo de Dios José María Hernández Garnica, en 1940, fue sometido a una operación para “extirparle el riñón izquierdo, que se había atrofiado y adherido al diafragma”, operación que se complicó y “hasta seis meses después no cicatrizó completamente la herida”. En vista que la zona ulcerada de la pierna no mejoraba, decidí rezar de nuevo la Oración pidiendo, en esta ocasión, al siervo José María, que me concediera el favor de que “la úlcera (la herida) se curara antes de los seis meses”, es decir, que no durara más de lo que duró cicatrizar la suya.
En octubre fuimos a ver a otro angiólogo, que nos dijo que nada de cremas ni apósitos especiales, que solamente se curaría a base de compresión. Que debíamos tener confianza y que haciendo lo que él aconsejaba, en un mes la úlcera estaría curada. Solamente había que vendar la pierna, con una venda normal, que el mismo nos dio, desde el pie, apretando un poco, hasta la rodilla.
Yo seguía rezando todos los días al siervo José María y le pedía el favor de su curación. Siguiendo ese método, poco antes de las Navidades, en diciembre de 2013, úlcera cicatrizó, justo, un poco antes de que transcurrieran los seis meses.
No puedo saber con seguridad si la curación se debe a la intercesión del siervo José María o al método que nos aconsejó el último médico que visitamos. Yo quiero creer que la aparición providencial del último doctor, recomendado por la podóloga que atiende a mi esposa, fue el método del que se valió el siervo José María para concederme el favor que le pedía. Si no me concedió el anterior, el de la operación de los ojos, es que no convenía, es decir, que la cirugía era lo mejor para afrontar correctamente el problema del “glaucoma”.
Una amiga me ha invitado a que escriba lo anteriormente expuesto y cumplo con la promesa que le hice. Creo que el siervo José María ha intervenido en el tema de la úlcera, pues la curación se produjo antes de los seis meses, tal como yo solicitaba rezando la Oración de la Hoja informativa, cosa que agradezco.
Seguiré rezando al siervo José María por todas nuestras necesidades, porque en la vida siempre se presentan situaciones difíciles y su solución o arreglo no depende, exclusivamente, de aplicar o confiar en los simples remedios humanos.
E.G.D.
Barcelona, 9 de septiembre del 2014