Con ocasión del 50 aniversario del fallecimiento de D. José María Hernández Garnica, más de un centenar de devotos se han reunido en la iglesia de Santa María de Montalegre para asistir a la misa en sufragio y agradecimiento por este intercesor, en proceso de canonización.
Mn. Xavier Argelich, rector de Montalegre, ha recordado en la homilía los últimos meses de D. Chiqui: el diagnóstico del cáncer en Pamplona, su traslado a Barcelona para seguir un tratamiento, la pérdida del habla, la imposibilidad de celebrar la santa Misa, su último encuentro con san Josemaría y, finalmente, su fallecimiento, la víspera de la Inmaculada de 1972.
A lo largo de su vida supo poner todas sus cualidades al servicio de Dios y contribuir a la extensión de la labor del Opus Dei por muchos países de Europa. Supo entregarse por completo en el cumplimiento de esta misión sin darse importancia, siempre en un segundo plano, sin llamar la atención. Verdaderamente san Josemaría pudo apoyarse en él.
Así vivió también la última etapa de su vida en Barcelona, con un agresivo cáncer de garganta que se sumaba a una salud ya de por sí quebrantada después de tantos años de trabajo sacrificado. Aceptó esta cruz con sentido sobrenatural, y se hizo más patente su heroísmo en el cultivo de las virtudes humanas y sobrenaturales. La purificación por el dolor fue más intensa, y crecieron también su alegría y buen humor, fruto del ejercicio de la filiación divina y de su unión con la cruz de Jesucristo. Cuando se le preguntaba cómo estaba, o si había dormido bien, contestaba sonriente con un “muy bien” o “como las rosas”, sin dar importancia a la intensidad de sus dolores y sus constantes insomnios.
En esas circunstancias, don José María aumentaba su preocupación apostólica y la vida de piedad. Sólo así se entiende que llevara con tanto garbo humano y sobrenatural esos grandes sufrimientos. El mayor de todos fue dejar de celebrar la Santa Misa y, después, no poder ni siquiera comulgar.
El 22 de noviembre se le trasladó por unas horas desde la Clínica Quirón, donde había sido internado unos días antes, a un Centro del Opus Dei en Barcelona. Allí San Josemaría le vio por última vez. Fue un encuentro particularmente emotivo, pues ambos sabían que no volverían a verse.
Así se llegó al 7 de diciembre. Por la mañana, mientras hacía oración con el que le acompañaba, empezó a tener una hemorragia que presentaba un aspecto peor que las anteriores, de hecho llamaron al sacerdote que le atendía espiritualmente, que se presentó lo antes posible, en torno a las 9 de la mañana. Cuando llegó, don José María le hizo un gesto de saludo y a continuación el sacerdote le administró varias veces la absolución. Al poco rato falleció con una paz y serenidad envidiables. Eran alrededor de las 9.30.
Habían transcurrido treinta y siete años de entrega en el Opus Dei, años de servicio incondicionado al Señor, procurando vivir con fidelidad el espíritu que había recibido directamente de San Josemaría. La vida de don José María Hernández Garnica está ya incorporada para siempre a la historia del Opus Dei. Además, su peregrinar por tantos países de Europa, llevando la semilla del Evangelio, hacen de él un modelo de santidad en medio del mundo para personas de las más variadas culturas y mentalidades.
Mn. Xavier animó a los presentes a seguir difundiendo su devoción para que muchos puedan beneficiarse de su ejemplo de vida e intercesión. Y pronto podamos verle en los altares.
Finalmente, después de cantar la Salve, se rezó un responso pidiendo por el alma de D. José María.
Al acabar la ceremonia todos los presentes pudieron pasar por la sepultura de D. José María en la capilla del Santísimo para saludarle, pedirle algún favor o agradecérselo y besar la lápida.
También hubo tiempo para ver la exposición que, con motivo de este aniversario, se ha inaugurado en Montalegre. A través de seis paneles se hace un recorrido por su vida, actividad apostólica y fama de santidad.
El 7 de diciembre se cumplen los 50 años del fallecimiento de D. Chiqui. La misa que se celebra todos los años en recuerdo y sufragio, tendrá este día un carácter especial, en la vigilia de la Inmaculada, dentro de la novena que comienza hoy.
Además, se inaugurará una exposición en paneles para dar a conocer su vida, mensaje y fama de santidad.
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Chiqui, el hombre de confianza de san Josemaría. Vídeo de la mesa redonda en el Auditorio de la Biblioteca de la FCRI Blanquera, 25 de mayo de 2022 con José Carlos Martín de la Hoz, postulador de las causas de los santos de la prelatura del Opus Dei en Espanya, Josep Masabeu, presidente de Braval y María Candela Temes, sobrina nieta de José María Hernández Garnica.
El auditorio de la Biblioteca de la FCRI Blanquerna acogió este 25 de mayo una mesa redonda para acercarse a la figura de uno de los hombres de confianza de san Josemaría en el desarrollo y expansión del Opus Dei por Europa, a pocos meses del cincuentenario de su fallecimiento en Barcelona, el 7 de diciembre de 1972.
Participaron José Carlos Martín de la Hoz, postulador de las causas de los santos de la prelatura del Opus Dei en España, Josep Masabeu, presidente de Braval y María Candela Temes, sobrina nieta de José María Hernández Garnica.
La reconstrucción de Europa
El final de la Segunda Guerra Mundial, comentó José Carlos Martín de la Hoz, «fue, en toda Europa, un momento de profundo desánimo, de desconcierto. Las ideologías que parecía que cambiarían el mundo habían desembocado en dos guerras mundiales. Después, la Iglesia intervino en la reconstrucción europea a todos los niveles, y el espíritu del Opus Dei entró maravillosamente en esta reconstrucción: fue la solución que muchos obispos buscaban».
San Josemaría, confiando plenamente en Dios, envió sacerdotes y laicos para colaborar en la reconstrucción de Europa: «Hay que tener mucha fe para enviar a aquellos jóvenes profesionales y sacerdotes recién ordenados a países donde serían considerados extranjeros de segunda pues, España -de donde provenían la mayoría- estaba mal vista a causa del régimen político franquista».
Con palabras del fundador del Opus Dei, eran «misioneros con misión sin llamarse misioneros», que -comentaba el postulador- acudieron a esas tierras «a mezclarse, a trabajar codo con codo con sus conciudadanos, con la ilusión de devolver el entusiasmo cristiano y ayudar en la reconstrucción física y espiritual, pues la guerra mundial no solo había destrozado el tejido económico, industrial, sanitario y educativo, sino sobre todo había roto la esperanza tras quedar rotos moralmente y arruinados económicamente».
«José María Hernández Garnica fue el hombre de confianza del fundador del Opus Dei en España y, a partir de 1957, en toda Europa. San Josemaría se desprendió de él y lo envió a numerosos países europeos, para que ayudase en la difusión del mensaje de la Obra en aquellas naciones, con su vibración, ilusión humana y sobrenatural en la tarea y buenas dosis de buen humor».
«Tenía muy buena memoria y un gran corazón. Pero ningún oído musical ni facilidad para los idiomas. Esto no fue obstáculo en esta tarea. Lo contagiaba con su vida, y con su mirada profunda tan característica, de una persona de vida interior y afán de almas».
El Evangelio, una suma de impactos
La fe, afirmó José Carlos Martín de la Hoz, «nace con el Bautismo y renace con el impacto. El Evangelio es una suma de impactos», como el de Andrés, Mateo, Zaqueo,… En el caso del siervo de Dios José María Hernández Garnica, este impacto tuvo lugar el 27 de noviembre de 1936. Había subido al camión que lo llevaría a Paracuellos para ser fusilado, cuando oyó una voz que le decía: «Chiqui, baja del camión». Bajó al patio de la prisión y, sin más, lo devolvieron a una celda. «Tenemos copia de la lista del camión que debía llevar a Chiqui a Paracuellos y este fue el impacto para José María, que siempre fue consciente que Dios le había dado una prórroga de vida porque le quería para algo especial», según explicó Martín de la Hoz.
Sobre este hecho inexplicable en la vida del siervo de Dios, su sobrina nieta, María Candela Temes, explicó que cuando lo detuvieron -denunciado por el portero porque era conocido que iba a misa- «su madre, Adela, le dijo a la Virgen que, si Chiqui se salvaba, no se opondría a su vocación». José María había pedido la admisión en el Opus Dei un año antes del inicio de la Guerra Civil Española.
Fe fortalecida en la duda
La convicción de estar escogido por Dios para algo grande fue compatible con los momentos de abatimiento y oscuridad que atravesó por el desgaste de los años de la guerra. Marchó a San Sebastián y «se quedó desinflado» según José Carlos Martín de la Hoz, que rememoró los esfuerzos de san Josemaría, para que volviera a Madrid con él y los demás de la Obra.
De alguna manera, «la fidelidad de Chiqui fue probada por la crisis de la fe», que fortaleció su fe en Dios y en el espíritu del Opus Dei. Por eso, tras su ordenación sacerdotal en 1944, junto con el beato Álvaro del Portillo y José Luís Múzquiz -los tres primeros fieles del Opus Dei que recibieron la ordenación sacerdotal-, san Josemaría le pudo encargar la atención espiritual de las mujeres del Opus Dei. Y, a partir de 1957, enviarle a diversos países de Europa -Gran Bretaña, Irlanda, Francia, Austria, Alemania, Suiza, Bélgica y Holanda- donde ejerció el ministerio sacerdotal. «Pasó aquellos años transmitiendo el mensaje del Opus Dei y promoviendo la unidad con san Josemaría y con toda la Iglesia».
«Esto no marcha… y tiene que marchar»
«Su fe en Dios y en el espíritu del Opus Dei, se demostró en múltiples anécdotas, como la que contaban el catalán catedrático de filosofía Eugeni Trias que vivió con él en la minúscula residencia de Colonia, en Alemania. Solían organizar en el Oratorio de la Residencia un rato de oración ante el Santísimo Sacramento dirigido por un sacerdote. Después, tenían la exposición y bendición y canto de la Salve. Buscar alemanes universitarios era tarea difícil: una meditación predicada por un sacerdote católico en un alemán horrible. El resultado era binario; o cero o uno. Decía Eugeni que veía a don José María rumiando: “Esto no marcha, esto no marcha” y concluía, “Y tiene que marchar”.
«La solución fue lograr avales y conseguir un crédito para construir una residencia de 100 plazas donde los estudiantes estuvieran en su casa y fueran libremente a la meditación. Pronto Dios premió aquella fe y llegaron vocaciones y conversiones.»
«Tú no puedes, pero Yo sí»
«Don José María había aprendido a pedirle a Dios la fe necesaria para acometer la tarea de difundir el mensaje cristiano en la vieja Europa. En concreto muchas veces recordaría aquella vieja anécdota del fundador del Opus Dei sucedida en Londres cuando paseando por la City y viendo las placas de las grandes corporaciones económica y empresariales inglesas, muchas veces bicentenarias, san Josemaría tuvo un momento de desánimo y escuchó una locución divina que le decía: “tú no puedes, pero Yo si”.
La capilla de Netherhall
Indudablemente le vendría a la cabeza esta anécdota cuando se puso en marcha el patronato para recabar fondos para la construcción y puesta en marcha de una residencia universitaria en Londres destinada a estudiantes de la Commonwealth. La Reina Madre había aceptado presidir el patronato de honor y asistir a la inauguración de la Residencia, Netherhall.
«Cuando le plantearon evitar que la comitiva pasara por la capilla para no dar lugar a malentendidos, pues la reina de Inglaterra es la cabeza de la Iglesia anglicana, don José María dijo que no se retiraría el Santísimo pues eso es lo que daba sentido a esos edificios y a la presencia de fieles del Opus Dei en esa tarea universitaria: contagiar la fe a sus amigos y compañeros de trabajo e iluminar con esa fe el mundo desde dentro. Efectivamente cuando la comitiva entró en la capilla la reina madre sonrió complacida y pasaron a otros lugares.»
Las «reinas de la chapuza» y un paquete de sándwiches
Recientemente, se ha publicada una anécdota referida a don José María que tuvo lugar en Manchester: «un grupo de universitarias y algunas directoras del Opus Dei estaban en el edificio recién alquilado de la primera residencia de estudiantes en esa ciudad inglesa, muy afanadas poniendo papel pintado; el frio era intenso y sobre todo la humedad era alta, y además se prologaba el trabajo y no podían interrumpirlo para que no se estropeara la goma que habían preparado».
«Estaba cundiendo el desánimo cuando de repente sonó la puerta y apareció Chiqui inesperadamente, pues no estaba oficialmente en Inglaterra. Llegó cargado de cosas: una estufa, un paquete de sándwiches y un termo de té caliente. Cuando se sentaron para descansar y comer alguna cosa, les dijo muy divertido: sois las “reinas de la chapuza”. Ellas rieron con ganas y se dejaron aconsejar por don José María para planear el trabajo en el tiempo previsto, sin perder ni la salud ni los nervios.»
Confiar en los jóvenes
«Confianza y fe tienen la misma raíz latina. Del mismo modo la fe y la confianza en Dios y en las personas. Así era don José María: un hombre de confianza de Dios y del fundador del Opus Dei para ayudar a las personas del Opus Dei que trabajaban en Europa a vivir en plenitud su vocación e iluminar el mundo desde dentro».
«¿Cómo evangelizar y suscitar vocaciones entre los jóvenes?» se preguntaba Martín de la Hoz: «Muchos teólogos han escrito sobre la vocación de los jóvenes de hoy. Pero quien más sabe sobre los jóvenes es el Papa Francisco, que dice: quererles y confiar en ellos; comprender su situación».
Esto es lo que hizo D. José María Hernández Garnica: «pedir al Espíritu Santo que esos jóvenes se enamorasen de Cristo y se entregaran a Él, y a la vez estar al lado de cada uno. Y de ahí brotaban vocaciones».
En este sentido, es ilustrativa su comentario en una carta a san Josemaría, tras su estancia en un lugar donde la labor apostólica no arrancaba: «Padre, aquí hay tibieza». Pero al cabo de un tiempo, de rezar y poner medios, volvía a escribirle: «de lo que le dije, nada». Y llegaron vocaciones.
«Iesu, Iesu, esto mihi sempre Iesu»
José Carlos Martín de la Hoz concluyó su intervención con una pregunta sobre Chiqui: «¿cómo podemos imitarle?, siendo muy fieles a Cristo», y lo ilustró con una anécdota sucedida en Amsterdam, en 1964, en la instalación de la primera residencia para universitarias. Personalmente se encargó de confeccionar el altar y el retablo del nuevo oratorio. En el frontal del altar del Sagrario puso la frase que tanto le gustaba a san Josemaría: «Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam» (Todos con Pedro -el Papa- a Jesús por María). Para la decoración del altar eligió unas reproducciones de la vida de Jesucristo, que ayudarían a contemplar la vida de Jesús, haciendo oración.
Tiempo después, al cambiar la moqueta del oratorio, tuvieron que separar el altar del retablo y entonces descubrieron que el siervo de Dios, al terminar el trabajo había escrito con grandes trazos la jaculatoria que había repetido tantas veces mientras lo construía: “Iesu, Iesu, esto mihi semper Iesus”: Jesús, Jesús, sé para mí siempre Jesús.
Braval, una experiencia cohesión social
Josep Masabeu, en su intervención glosó la similitud entre la labor de José María Hernández Garnica por los países de Europa y el trabajo que se desarrolla en Braval, una iniciativa de desarrollo y promoción humana del Opus Dei en el barrio del Raval de Barcelona: «lo que Chiqui hizo en Europa, nosotros lo hacemos aquí».
El Raval es uno de los barrios de mayor demanda de acción social. Un alto grado de la población es inmigrante, con graves carencias de todo tipo y una elevada tasa de desocupación.
Los jóvenes que participan en las actividades de Braval provienen de 30 países, hablan 10 lenguas y profesan 9 religiones. Se busca promover la cohesión social, luchar contra la marginación, prevenir la exclusión social de los jóvenes y facilitar la incorporación de los inmigrantes a la sociedad. Los resultados confirman que es una realidad.
«Chiqui favores» y «Chiqui milagros»
María Candela aportó algunos recuerdos familiares, para mostrar el «rastro de luz que dejan las personas santas». Toda su familia están convencidos de la santidad del «tío Chiqui», y se animan unos a otros a pedir «Chiqui favores» y «Chiqui milagros».
Después de recordar algunos detalles que mostraban cómo su tío abuelo Chiqui «tenía los pies en la tierra y la cabeza en el cielo», contó dos anécdotas que traslucían su gran corazón. La primera, un comentario de su abuela María que, un día por años 40, estando con su hermano, Chiqui se puso a llorar, y le dijo «el Padre se nos muere, y sin el Padre, no podemos nada»; san Josemaría padecía una severa diabetes y peligraba su vida. También se recuerda en la familia que Chiqui, por ser el pequeño de los hijos, era el predilecto de su madre Adela, condición que el interesado no ocultaba en sus cartas, con frases como «mi madre ha visto a su tesoro».
Las tres pescas milagrosas
«Vemos a los santos tan perfectos que, a veces, se nos hace difícil pensar que podemos imitarlos. ¿Nos podría contar algún defecto de D. José María y cómo luchó por superarlo?» A propósito de esta pregunta, José Carlos Martín de la Hoz recordó la dificultad que tenía D. José María para la predicación y hablar en público. Tuvo que luchar para que sus pláticas no se quedaran cortas de tiempo y, con esfuerzo, fue mejorando. Por eso, cuando san Josemaría tuvo que escoger quién podía preparar a los que se ordenarían en la segunda promoción, se lo pidió a él, pues con su lucha, podía enseñar a los futuros sacerdotes.
Y terminó con una anécdota que pone de manifiesto también la sintonía de los tres primeros sacerdotes con el fundador. Cuando se ordenaron, san Josemaría les pasó su fichero de predicación. En un retiro en que cada uno debía predicar una meditación, todos escogieron una misma ficha de san Josemaría, que glosaba las tres pescas milagrosas. A D. José María le correspondió predicar la tercera meditación y notó en los asistentes un interés especial, cosa que le alegró por su dificultad con la predicación, sin saber hasta después que venía provocado por oír por tercera vez las mismas ideas.
El humo de la santidad
La última pregunta se interesó por la marcha del proceso y cuándo podría ser beatificado. Martín de la Hoz explicó que en 2013 se concluyó en Madrid la fase diocesana del proceso de virtudes y que ahora está en su fase romana. Si la devoción aumenta y se extiende, el proceso se acelera. Con el símil del fuego, si hay humo, quiere decir que hay fuego. Si hay mucho humo, señal de que hay mucho fuego. Y si hay mucho, mucho humo y se ve de lejos, señal de que el fuego es muy extenso. En la medida en que la devoción a Chiqui llegue a todo tipo de personas, se constatará la extensión de su devoción en bien de las almas y el proceso avanzará con mayor rapidez.
A la salida se notaba en todos la alegría de haber descubierto nuevas facetas de la vida de este buen siervo de Dios y haber ganado en amistad con Chiqui, que con toda seguridad intercederá más predispuesto en les peticiones de todo tipo de favores.
Este año se cumple el 50 aniversario del fallecimiento de D. José María Hernández Garnica, en Barcelona, el 7 de diciembre de 1972, con fama de santidad.
Intervendrán D. José Carlos Martín de la Hoz, postulador de las causas de los santos de la prelatura del Opus Dei en España, Josep Masabeu, presidente de Braval y experto en inmigración y cohesión social, y María Candela, sobrina nieta del siervo de Dios. Cada uno desde su perspectiva mostrará aspectos enriquecedores de D. José María Hernández Garnica, uno de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, en quien san Josemaría Escrivá se apoyó para abrir camino en diferentes países de Europa.
En este diálogo, D. José Carlos nos hablará de esta persona inconformista, con una fe que rompía fronteras, que vivió la aventura de evangelizar en Europa, a una sociedad alejada de Dios, adaptándose a mentalidades y culturas muy diversas, siguiendo el carisma de san Josemaría.
Este estilo abierto e integrador es el que ha inspirado la labor de cohesión social que, con Montalegre, llevan a cabo las asociaciones Braval y Terral, de la que hablará Pep Masabeu.
El perfil humano de este sacerdote, quedaría incompleto sin la mirada familiar, que nos dará Maria Candela, mostrándonos las profundas raíces familiares de Tío Chiqui, que siempre se cuidó de su madre, y de sus hermanos y sobrinos.
Un buen intercesor y modelo inspirador que interpela a una sociedad herida por las divisiones y guerras.
Siempre hay esperanza de salvar la vocación. Dios es fiel; nunca falla.
«¡Tú, baja!» Ilustración de La historia de Chiqui
Los padecimientos y vicisitudes de la guerra civil dejaron mermada la salud y el ánimo de Chiqui, hasta el punto de atravesar una profunda crisis en su respuesta a la llamada de Dios. José María Hernández Garnica se instala en San Sebastián, donde se incorpora al ejército nacional y comienza a preparar los exámenes de Ingeniería.
Desde allí, el 17 de abril de 1939, escribe a san Josemaría una carta muy significativa: “¡Por fin! dirá Vd. cuando vea estas líneas del hijo más desagradecido que tiene Vd.; me encuentro aquí arreglando mis asuntos; me he presentado en la Caja y estoy pendiente de la Junta de Clasificación y después me destinarán a un Regimiento; creo que probablemente será en esta ciudad, a Zapadores nº 6. Estuve cuatro días en Vitoria con mi madre que está viviendo ahí. Fui al Obispado a preguntar por sus señas y me dijeron que Usted estaba en Madrid y que en cambio José María Albareda residía en Vitoria. Después de algunas vueltas conseguí encontrar su pensión y visto que no estaba le dejé unas líneas y ya he recibido una carta suya. Cuando tenga las cosas arregladas definitivamente ya escribiré. Me encuentro en ésta después de una larga y penosísima soledad; casi igual de solo que antes y un poco frío; soy casi un náufrago que necesita un «salvavidas» y que me den una fuerte paliza para reaccionar, y tengo unas ganas muy grandes de poder charlar con Usted un rato para ver si me pongo al compás de todo”.
El 27 de abril de 1939 San Josemaría le responde por carta: “Queridísimo Chiqui: por los deseos tuyos puedes deducir los que tengo, de abrazarte y charlar. Si me necesitas, haré un viaje enseguida aunque sea al fin del mundo. Tú tienes la palabra. Anímate. Después de lo que has sufrido […], necesitas reponerte. Luego… ¡verás qué bien reaccionarás y qué bien trabajarás! Ánimo: yo te aseguro que, si me cumples el plan de vida que te di, habrás de bendecir la guerra, porque tendrás más experiencia y más reciedumbre para seguir trabajando”.
El Postulador, cuenta en el siguiente video la continuación de la historia: los intentos fallidos de recuperarle, sus dudas y finalmente el abrazo a San Josemaría, dispuesto a recomenzar con una fidelidad incondicional que marcará el resto de su vida.
La incorporación definitiva al Opus Dei del beato Álvaro y Chiqui
San Josemaría y D. José María Hernández Garnica, Barcelona, 22-11-1972 Auca, Josep Maria Giralt (texto) – Ferran Toro (dibujos)
El 19 de marzo de 1936, Álvaro del Portillo renovó su incorporación a la Obra de manera definitiva. Era un breve acto, sencillo y solemne a la vez, en el que san Josemaría tenía entonces la costumbre de besar los pies a sus hijos espirituales, mientras pronunciaba las palabras de la Sagrada Escritura: «quam speciosi pedes evangelizantium pacem, evangelizantium bona» (Rom 10,15 (Vulg)): ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian el bien!.
Durante toda su vida Álvaro conservó indeleble el recuerdo de aquel momento, y la escena le vino a la mente con fuerza el 27 de junio de 1975, cuando se encontraba rezando ante el cadáver del Fundador. Antes de proceder a la sepultura, se arrodilló y le besó los pies. Más tarde, explicó el porqué de ese gesto: «me acordé de que el Padre me los había besado a mí, y le devolví el beso, ¿Cómo podría olvidarme? No fue sólo un gesto. No fue sólo una expresión de fidelidad y de unión. Mucho más: fue entregarme a mí mismo de nuevo» (Palabras pronunciadas en una reunión familiar, el 25-XII-1979).
José María Hernández Garnica hizo su incorporación definitiva al Opus Dei el 19 de marzo de 1940. También él guardó toda su vida en su corazón esos mismos sentimientos y por eso, el 23 de noviembre de 1972, al despedirse del que sería su último encuentro con san Josemaría -los dos eran conscientes de la gravedad de la enfermedad: fallecería a las dos semanas- Chiqui también quiso besarle los pies, como muestra de cariño y veneración. Lo cuenta con detalle D. José Carlos Martín de la Hoz en este vídeo del acto de presentación de ABRIENDO HORIZONTES, el 20 de mayo de 2010.
cfr. Alvaro del Portillo, Un hombre fiel. Javier Medina, Ed. Rialp, 2013.
Una visión esperanzada y optimista de la misión apostólica: «Me acuerdo de la pesca milagrosa y de lo que dijo san Pedro: in nómine tuo, laxábo rete. Pienso en lo que ha dicho el Padre y sé que, obedeciéndole, obedezco a Dios»
Se recogen dos párrafos de una carta pastoral de Mons. Javier Echevarría, de 1 de junio de 2014, con un recuerdo del siervo de Dios José María Hernández Garnica que pone de manifiesto la audacia sobrenatural del beato Álvaro del Portillo, que marcó toda su vida. Es una buena consideración en el día de su aniversario.
El beato Álvaro del Portillo 11-III-1914 – 23-III-1994
La esperanza llevaba a don Álvaro a no detenerse ante las dificultades. Desde que se incorporó al Opus Dei, en 1935, realizó ya un apostolado constante y optimista, convencido de que Dios siempre le asistiría; y en esa actitud perseveró hasta el final de su vida. Nadie que pasara a su lado, por cualquier motivo, se alejaba sin llevarse una oración suya, unas palabras de interés por su familia o su trabajo, un consejo espiritual… No se detenía ante la categoría de las personas: únicamente veía almas que el Señor ponía a su lado: el portero de un edificio, el bedel de un dicasterio de la Santa Sede, la azafata o el sobrecargo del avión en que viajaba… Así procedía también con las autoridades eclesiásticas o civiles, que incluso le llevaban muchos años de edad o gozaban de clara relevancia en la vida social. En ningún caso se detuvo por falsos respetos humanos. Acudía a esos encuentros, fortuitos o programados, con la seguridad de que el Señor le asistía, pues había visto ese ejemplo en el quehacer de san Josemaría.
En 1972, don José María Hernández Garnica, antes de fallecer, quiso redactar un memorándum en el que refiere su asombro ante el «atrevimiento» de don Álvaro —antes de recibir la ordenación sacerdotal— para realizar gestiones ante cardenales y obispos, ante ministros de un gobierno, ante autoridades locales. Como narran algunos de los biógrafos de don Álvaro, una vez el mismo don José María le preguntó si no se sentía poco a su aire, falto de seguridad, en ese tipo de encargos. La respuesta, llena de fe en Dios y de confianza en el ejemplo de nuestro Padre, fue ésta: «Me acuerdo de la pesca milagrosa y de lo que dijo san Pedro: in nómine tuo, laxábo rete. Pienso en lo que ha dicho el Padre y sé que, obedeciéndole, obedezco a Dios» (cfr. Salvador Bernal, Recuerdo de Álvaro del Portillo, Rialp, 6ª ed., Madrid 1996, p. 79; Hugo de Azevedo, Missão cumprida, Lisboa, Diel 2008, p. 101).
En 1959 José María Hernández Garnica, por encargo de san Josemaría, pasó a ocuparse, entre otros países, de la labor apostólica en Inglaterra. Recuerda Amelia Díaz-Guardamino Echeverría, que vivía en Inglaterra: “Pensó que D. José María, entonces Consiliario de Francia, podría ayudarnos. Al año siguiente, lo nombró Delegado de Inglaterra, Francia e Irlanda, para que se ocupara muy especialmente de nosotras y, efectivamente, en el verano de 1959, nuestro Padre, de nuevo en Londres, nos dio la noticia. Supuso una gran alegría para todas saber que D. José María llegaría a las pocas semanas”.
El testimonio de D. José María Casciaro ayuda a comprender el porqué de ese interés: “era un hombre tan entregado y humilde, tan santo, que no recusaba trabajo alguno, era útil para todo lo que se le encargaba y se daba con todo entusiasmo y dedicación, aplicando su extraordinaria inteligencia y su capacidad de sacrificio. Yo sentía el buen ejemplo de aquel que, en las ocasiones que había tenido de estar cerca, siempre había sido un hermano mayor para mí, un referente claro de cómo «hacer el Opus Dei, siendo uno mismo Opus Dei», en palabras de nuestro amadísimo Padre”.
Al ser personas jóvenes, llenas de entusiasmo pero con poca experiencia, D. José María muchas veces tenía que corregir cuando detectaba que no se vivía bien el espíritu de la Obra. Amelia Díaz-Guardamino recordaba la siguiente anécdota: “En marzo de 1960, la casa de Manchester ya estaba terminada, pero como no era el momento oportuno para recibir estudiantes -para ese curso, naturalmente, ya tenían resuelto su alojamiento-, decidimos aprovecharla para hacer ahí los Cursos de formación de Numerarias, hasta que, en verano, se pudiera tener el primer curso internacional con residentes de otros países. D. José María había hecho otros viajes a Manchester, entre otras cosas para dirigir la instalación del oratorio, que no realizó él mismo como lo había hecho en París, pero nos enseñó a Esther y a mí. Supervisaba nuestro trabajo, corrigiendo lo que fuera necesario, que debía ser bastante, porque cuando salía mal, él mismo lo arreglaba y nos decía: «Sois las reinas de la chapuza»». Era una realidad que esa tarea de formación y orientación le proporcionaba muchas satisfacciones al ver cómo las nuevas generaciones asimilaban el espíritu del Opus Dei.
cfr. Roturando los caminos. José Carlos Martín de la Hoz. Ed. Palabra, 2011